lunes, 20 de julio de 2009

Los escenarios del botellón en Vizcaya

El botellón no es un fenómeno nuevo, pero la presión policial ha mudado su fisonomía. La alarma social que provoca la concentración masiva de jóvenes en la calle ha llevado a los ayuntamientos a endurecer las multas por venta de alcohol a menores y, en algunos casos, a elaborar ordenanzas que prohíben el consumo en la vía pública. También el 'fenómeno lonja' ha contribuido a alejarlo de las calles, según explican los expertos. Ahora, la mayoría de adolescentes disponen de su propio espacio para beber, lejos de las miradas indiscretas.
La primera consecuencia es que el botellón se ha convertido en itinerante. Se dispersa y se muda cuando se corre la voz de que la vigilancia se ha intensificado. Sólo la playa getxotarra de Arrigunaga es el epicentro constante de 'quedadas' masivas de marzo a junio. Otra novedad es que las 'quedadas' para beber se aderezan con drogas ilegales. Ha cambiado también el modo de convocarlas. La generación del 'Tuenti' apenas deja espacio a la espontaneidad: se avisa por 'sms' si la noche es propicia.
El personal sanitario de la DYA y la Cruz Roja de Vizcaya ha constatado también que la iniciación al alcohol se ha adelantado. Los de entre 13 y 16 años quedan sobre las cuatro o cinco de la tarde y beben sin parar dos o tres horas para estar despejados a las diez u once de la noche, cuando deben llegar a casa. A partir de los 16 y 17 años, ya tienen permiso para volver de madrugada, comienzan a beber más tarde y continúan la fiesta en bares y discotecas próximos.
Y también los efectos de las borracheras han mudado de las risas flojas a dramáticos comas etílicos. «El kalimotxo y la cerveza han pasado a la historia y ahora se beben licores con alto gradaje en alcohol. Ron, vodka, whisky...», explica Gorka Ojinaga, director de Emergencias de la DYA en Vizcaya.
Bilbao es el núcleo de ocio por excelencia de miles de jóvenes vizcaínos. Las mayores concentraciones se producen en San Mamés, en la zona trasera de EITB, en Zorrozaurre, en Olabeaga, en los polígonos industriales de Bolueta y, en ocasiones, en el parque de Jardines de Albia o en el Campo Volantín. Zonas muy próximas a concurridas discotecas abiertas casi hasta el amanecer.
En Barakaldo, el botellón se ha trasladado a los garajes y a las inmediaciones del parque comercial Megapark, aunque Lasesarre también sigue acogiendo 'quedadas'. En Sestao, se celebra en el parque de la Benedicta, en el Instituto Angela Figuera, en parte de la zona de Kueto y en el descampado de Las Campanas. La zona preferida por los jóvenes de Santurtzi es el Puerto, detrás de Astilleros Zamakoa. En Getxo, los jóvenes se concentran en la pista de skate de Las Arenas y, en mayor medida, en Arrigunaga, donde suelen reunirse, de marzo a junio, entre cien y mil chavales. El macrobotellón de San Juan atrae a más de 10.000 personas a este arenal getxotarra. Berango también es popular por su famosa discoteca Image, pero el municipio implantó la ordenanza antibotellón para evitar las concentraciones masivas.
Ahora, los jóvenes beben en los coches o en el parking antes de entrar a la discoteca, pero no hay menores porque siempre piden carnet de identidad para acceder al recinto. Otros suelen acudir a las inmediaciones del polideportivo de Urko, en Larrabasterra, muy cerca de este local. En Sopelana, varias cuadrillas se congregan en el parque de La Ballena, donde hay cámaras de videovigilancia para evitar destrozos, así como en las proximidades de la playa de Arrietara, para después acudir a los locales de copas de la zona. Mientras, el parque de Artaza, en Leioa, suele atraer a una decena de cuadrillas cada fin de semana. En el resto de Vizcaya, las concentraciones son de asistencia más discreta.
La mayoría de los grandes municipios han aprobado ordenanzas anti-botellón. En los que no lo prohíben, los mayores también rehuyen a la Policía. Lo hacen porque acompañan el alcohol con el consumo de drogas, lo que sí conlleva una multa. El cannabis parece ser la sustancia favorita para aderezar los efectos del alcohol, según los educadores y psicólogos consultados por EL CORREO.
El personal sanitario de la DYA de Vizcaya asume con crudeza la situación. «Un porcentaje muy importante de los chavales que atendemos adereza el alcohol con otras drogas. Consumen cannabis y cocaína, más que drogas de diseño. Los amigos no se atreven a decirte lo que se ha metido por miedo a las represalias y los afectados, por norma general, niegan que hayan consumido, aunque se descubre después en el hospital. Pero aunque lo nieguen, a muchos se les nota a primera vista por su estado», explica Ojinaga. Esta organización atiende cada fin de semana entre seis y diez casos de intoxicaciones etílicas entre menores de 25 años y la mayoría de las víctimas son adolescentes de 15, 16 y 17 años.
«Normalmente todos se inician con las drogas legales, y después con los porros, que están más normalizados socialmente. La mayoría de los que tratamos consumen alcohol y cannabis y los psicoestimulantes de forma más puntual», confirma Enriqueta Montejo, psicóloga y psicoterapeuta de la Fundación Gizakia, y responsable de su área de prevención del consumo en adolescentes. Su organización ha tratado este año a 95 adolescentes y ha asesorado a más de 400 familias vizcaínas preocupadas por las conductas de riesgo sus hijos. Montejo advierte de que «un 22% de los chavales a los que trata esta Fundación tienen progenitores con antecendentes psiquiátricos o que han padecido o padecen problemas de alcoholismo».
Una ex voluntaria de la DYA de Getxo alerta de nuevas formas preocupantes de ingerir alcohol. Recuerda el caso de una intoxicación etílica de una adolescente que no bebió, pero que empapó un tampax en licor y después se lo introdujo en la vagina. En la central de esa organización en Bilbao no recuerdan el caso, pero estas modernas borracheras son 'vox populi' entre los adolescentes.
Fuente: El Correo

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